Poco o nada se ha escrito sobre el aprecio de las élites gobernantes incas hacia la actividad artística y sus ejecutantes. Esta ponencia revela una consideración privilegiada de la práctica artística dentro del escalafón de la estructura de la sociedad inca. Lo artístico fue una labor productiva de absoluta dedicación de grupos familiares especializados, pero también con la posibilidad de que personas pertenecientes a las clases altas lo practicaran.
El proceso de creación artística en el Tahuantinsuyo estuvo supervisado por quienes dirigían el culto, quienes a su vez sostenían ideológicamente el poder real. Como los artistas incas se hallaron siempre al lado del poder, viviendo en los templos o cerca a ellos, fueron adquiriendo conocimiento preferente, convirtiendo la práctica artística en eslabón de primera importancia entre el poder terrenal y el poder del más allá.
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